Una vida enfocada es una vida feliz
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¿Conoces la sensación cuando tu mente está inestable, inquieta y confundida? Comienza con una chispa de desinterés, incluso de melancolía, mientras lavamos los platos al final de un día largo y agotador. Entonces, sin previo aviso, la inquietud se propaga como un reguero de pólvora por nuestras almas. Nos preocupamos por nuestros seres queridos, nuestra estabilidad financiera, nuestras responsabilidades en el trabajo y el hogar. El remolino de sonido en silencio llena nuestros cerebros con «Qué pasaría si» y «Y ahora» hasta que comenzamos a dudar de nuestras decisiones pasadas, presentes e incluso futuras. La ansiedad nos abruma.
Entonces se nos hace difícil ascender a la altura de la vida de oración. Tratamos de imitar a Job y su fe firme, pero la mayoría de las veces nos encontramos tratando de encontrar maneras de “arreglar” nuestros problemas. Asumimos más trabajo. Nos complacemos en franjas de comida reconfortante. Nos “escapamos” a nuestras pantallas. Perdemos el foco.
Una estrategia para fijar el enfoque
Cuando nuestras mentes están inquietas y nuestra espiritualidad se siente seca, el mejor paso que puedes dar es simplemente el siguiente hacia Cristo. Ya sea que desee mejorar su vida de oración, ser más eficiente en el trabajo, o practicar un pasatiempo, el proceso es siempre el mismo: debe poner un pie delante del otro.
Propongo lo que se conoce como “La estrategia de la X Roja”, también conocida como la es una forma sencilla de medir la consistencia en las metas de su vida. Así es como funciona:
- Elige un objetivo.
- Imprime un calendario.
- Cada día que complete una tarea para lograr su meta, dibuje una gran «X» roja en el día en su calendario.
A medida que pasan los días, las X rojas se interconectarán como una cadena que se envuelve cada semana. Te gustará ver esta cadena y no querrás romperla. Después de un tiempo, descubrirá que sus objetivos se cumplirán y su vida volverá a estar enfocada.
La “Estrategia X Roja” es Bíblica
Si a alguno de vosotros le falta sabiduría, que la pida a Dios, que da a todos generosamente sin reproche, y se la dará. Pero cuando pidas, debes creer y no dudar, porque el que duda es como una ola del mar, empujada y sacudida por el viento. Esa persona no debe esperar recibir nada del Señor. Tal persona es de doble ánimo e inestable en todo lo que hace (Santiago 1:5-8).
Cuando somos inconsistentes con nuestras vidas, somos “de doble ánimo”, siempre pensando en múltiples proyectos hasta el punto de vivir vidas dobles. Por un lado, deseamos cumplir nuestra propia voluntad y, por el otro, deseamos satisfacer la voluntad de Dios para nosotros. El problema es que estamos cegados por nuestras pasiones y no podemos discernir cuál es exactamente la voluntad de Dios. Nos encontramos ignorando a nuestros seres queridos para perseguir nuestras pasiones o viceversa, y nunca encontramos un término medio feliz. Nunca llegamos a la sabiduría, pero amontonamos nuestra lista de cosas por hacer más y más.
No podemos ganar sabiduría a menos que nos concentremos. Esta es una de las razones por las que creo que Jesús murió en una cruz, porque cuando se colocaron las dos vigas, una encima de la otra, se crean cruces, un único punto de enfoque que debemos tener siempre en la mira para lograr nuestro fin último: el de nuestra salvación.
Con Cristo clavado directamente en medio de la Cruz, la sangre que brotó de su cuerpo convirtió el madero sagrado en una “X roja” en la que comienza nuestro camino hacia la santificación. Para lograr algo que valga la pena, debes concentrarte, tomar tu cruz y seguirlo. Cuando alineas tu voluntad con la de Dios, él te da sabiduría, lo que da como resultado un juicio correcto de tus prioridades, consistencia en tu trabajo y, lo más importante, paz mental al saber que todos tus esfuerzos están enfocados en completar una tarea principal:
Conocerlo, amarlo y servirlo.
El enfoque es un regalo de la misericordia.
El enfoque es lo que calma la mente inquieta.
El enfoque es lo que convierte nuestras metas en logros.
Centrarse en Cristo y Su Cruz es lo que hace que valga la pena vivir la vida.
Autor: T.J. Burdick
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