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Vida Catòlica agosto 22, 2023

Sacramentales: por qué es importante su participación

El libro recientemente publicado Sacramentals: Their Meaning and Spiritual Use (Manchester, New Hampshire: Sophia Institute Press, 2023) explica que los sacramentales son poderosos signos sagrados y un medio indispensable de gracia. A través de ellos, puede ocurrir la liberación del mal y la curación de enfermedades (incluidos los trastornos psicológicos). Los sacramentales pueden traer conversión y pueden ayudar al creyente a superar las múltiples dificultades de la vida y proporcionar una ayuda múltiple en el camino hacia Dios. Pero, ¿cómo funcionan y qué tenemos que hacer para obtener estas gracias?

Preguntas como estas son muy oportunas, especialmente para los cristianos, porque los sacramentales han encontrado una renovada popularidad. ¿Basta con llevar una medalla milagrosa, colgar un rosario del espejo del coche o encender una vela bendecida en casa para estar protegido y estar bajo la gracia de Dios? ¿Qué tenemos que tener en cuenta para que los sacramentales desplieguen su gracia? Una cosa hay que establecer desde el principio: los sacramentales no son ni de magia ni de superstición ni nada por el estilo. Esto se hace evidente cuando se comprende cómo funcionan los sacramentales.

Los sacramentales funcionan de manera diferente a los sacramentos. Es importante recordar siempre que los siete sacramentos son instituidos por Jesucristo y, en consecuencia, son de derecho divino. Trabajan por sí mismos porque Cristo obra en ellos ya través de ellos.

Los sacramentales, en cambio, son instituidos por la Iglesia, y su modo de acción es diferente. Los efectos espirituales se obtienen “de la obra del hacedor”. Eso significa que dependen de la santidad del que los administra y del que los recibe. Si bien es cierto que en ellos actúa también el poder intercesor de la Iglesia, la eficacia de los sacramentales depende principalmente de la condición moral de quien los administra y de quien los recibe. Esto se hace claramente evidente en la vida de los santos. Cuando administraron los sacramentales, como San Francisco, Santa Clara, San Benito y muchos otros, tuvieron un gran impacto. Los enfermos fueron sanados, ocurrieron milagros, etc.

A primera vista, puede no parecer convincente que la condición del individuo que recibe o administra los sacramentos importa profundamente. Se parece mucho al «donatismo» herético al que se opone San Agustín. Según esta corriente herética, sólo los santos sacerdotes pueden administrar válidamente los sacramentos que produzcan efectos espirituales. En cuanto a los sacramentos, tal posición sería del todo falsa, porque en realidad obran por sí mismos ya que Cristo obra por medio de ellos.

Sin embargo, es muy diferente en el caso de los sacramentales, como muestra el siguiente ejemplo. Si un exorcista hiciera un exorcismo sin estar en estado de gracia, es decir, separado de Dios por un pecado grave, no podría lograr nada. Peor aún, su acción —los exorcismos son sacramentales— sería negligente y peligrosa. No solo se pondría en peligro a sí mismo, sino también a aquellos que le piden liberación.

Como muestra este ejemplo, la eficacia de los sacramentales depende principalmente de la condición moral de la persona que los administra. Lo mismo se puede decir con respecto a quien recibe los sacramentales. Si la persona no está en comunión con Dios, a menos que ocurra un milagro, no se obtendrán efectos espirituales. Por el contrario, si una persona está bien dispuesta y preparada para recibir la gracia divina, participar con fe y confianza en la administración o recepción de los sacramentales puede producir muchas gracias. Por lo tanto, quien quiera recibir la gracia y el efecto espiritual mediante el uso de los sacramentales, debe vivir una vida verdaderamente cristiana.

En este punto, se vuelve claro cuán importante es explicar esto a los fieles en la catequesis. El libro mencionado anteriormente sobre los sacramentales sirve a este propósito. Una buena comprensión de cómo funcionan los sacramentales ayuda a animar a los cristianos a reenfocar sus vidas en Cristo para poder compartir esas gracias que Dios quiere darnos. En otras palabras, toda formación sobre los sacramentales ofrece grandes oportunidades para la catequesis y la renovación de la vida cristiana.

Con todo esto en mente, queda claro cómo funcionan los sacramentales y por qué no son superstición o magia. Cuando se usan con la fe, que presupone la comunión con Dios, se convierten en poderosos medios de gracia. El uso de la medalla milagrosa protegerá a la persona a través de la presencia de la Santísima Virgen María, la Madre de Dios, quien otorgará abundantes gracias a través de este sacramental. Algo parecido puede decirse del rosario que se pone detrás del espejo de un coche o de quien enciende un cirio bendito.

Un conocimiento básico del significado y uso espiritual de los sacramentales cambiará la vida de los fieles. Les abre la vista hacia lo sobrenatural. El cielo está abierto y nuestro Dios misericordioso quiere concedernos numerosas gracias. Él es la fuente de todas las gracias, y hace realidad su promesa —que no nos dejará huérfanos (cf. Juan 10,18)— también a través de los sacramentales. Este es un pensamiento muy consolador no solo en las dificultades sino también para la vida diaria. Sin embargo, presupone que los fieles vivan en profunda comunión con Él. Así funcionan los sacramentales y por eso importa tu participación.

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