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Vida Catòlica abril 19, 2023

Médico ordenado sacerdote afirma que fe y ciencia pueden convivir

El sacerdote Leonardo Di Carlo tiene 46 años y es de Mendoza (Argentina). Se describe como un “enamorado de la vida”; por eso, desde muy pequeño, se interesó por investigar cómo es un embarazo y cómo se gesta un bebé en el vientre de su mamá. 

Años después, esas inquietudes lo llevaron a estudiar Medicina en la Universidad de Córdoba (Argentina) y a especializarse en Ginecología y Obstetricia.

Sin embargo, Dios tenía preparado un camino complementario para él, con un llamado que fue descubriendo especialmente en el contacto con los enfermos: el sacerdocio. 

Al mirar a los pacientes, Leonardo trataba de “leer en ellos lo que estaba pasando” y así “ver un poquito más allá”. De ese modo, contó en conversación con ACI Prensa, comenzó a observar en los pacientes “un dejo de tristeza, dolor y sufrimiento”, y advirtió “que faltaba esa parte humana, esa parte espiritual”.

En esa época, el sacerdote de la parroquia a la que asistía lo convocó para realizar visitas a enfermos terminales, y pidió un permiso al Arzobispo para que Leonardo, que entonces tenía 22 años, pudiera también llevarles la Comunión.

“Cuando recibían la Eucaristía, veía en sus miradas una plenitud y una paz que me cautivó, y que no la podía explicar científicamente”, reconoció. “Ahí me di cuenta de que había unos brazos extendidos de la medicina que Dios me estaba ofreciendo”.

“Dar ese salto” le costó mucho, “porque yo había tenido una experiencia muy bonita de noviazgo, me imaginaba con una familia grande”, admitió. 

Sin embargo, al comunicarse con el Arzobispado de Mendoza, conoció al entonces Arzobispo, Mons. José María Arancibia, quien acompañó su camino “con mucho cuidado y mucha paternidad”. 

Allí constató lo que un médico le había dicho tiempo atrás, la primera vez que apareció en su vida la idea del sacerdocio: “Muchas veces con la profesión médica llegamos a un límite donde entran a servir otros instrumentos”.

“Yo estaba muy cómodo siendo médico, como lo está un bebé en la panza de la mamá, pero Dios me invitaba a salir a un nuevo mundo. Y pasar por el canal de parto, que fue el discernimiento, no fue fácil”, reconoció. “Pero cuando nací a esta nueva vocación, me di cuenta de que era un mundo maravilloso”.

Después de ocho años de formación, el 17 de marzo de 2012 fue ordenado presbítero. “Ya llevo 11 años como sacerdote y me siento feliz, porque hago lo que me gusta, y sobre todo sirviendo en los lugares donde la Iglesia me va llamando”, aseguró.

“Gracias a Mons. Arancibia, que me alentó a que luego me capacitara en bioética, yo me di cuenta que la medicina y el sacerdocio se podían unir, y se han abierto muchas puertas”, expresó el P. Di Carlo, que hoy combina la vida parroquial, el asesoramiento pastoral y la docencia.

Además de desempeñarse como párroco de San Pedro y San Pablo, del departamento de San Martín, en Mendoza, se desarrolla en el mundo académico, dando clases en la universidad y en institutos terciarios, tanto en materias espirituales como en otras vinculadas a la medicina.

Acompaña asimismo la Pastoral de la Vida en la Arquidiócesis de Mendoza, con especial dedicación al duelo posaborto, y apoya a las parejas que buscan un bebé y no logran concebir.

“También en esto del acompañamiento posaborto, estoy acompañando en el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) a los sacerdotes que asesoran toda la parte del duelo”, precisó.

“Nunca me he podido desligar de la medicina, tampoco quisiera hacerlo”, admitió el párroco. Con el tiempo, asegura, Dios le dio a entender “que permitió esta vocación primero, para que yo después la pudiera poner al servicio de múltiples maneras”, sostuvo.

El P. Leonardo también es conocido por la tradicional Misa de las Embarazadas que celebra en su parroquia el primer domingo de cada mes. Allí bendice a las familias, a los recién nacidos, y “un regalo extra”, considera, ha sido el poder bendecir a las parejas que no pueden tener bebés.

“En algunas ocasiones nos hemos encontrado con el regalo de Dios de que ese bebé llegó… Testimonios hermosos donde parejas que para la ciencia ya tenían un diagnóstico de que no iban a poder tener un bebé, han podido. Yo siempre les digo: no es el sacerdote, no es esta Misa en particular, sino abrir el corazón a Dios para que él pueda obrar”, concluyó.

Fuente: aciprensa

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