Las palabras de la Virgen en la Biblia que cuestionan al mundo

Las palabras de la Virgen María en la Biblia no abundan en detalles. Sin embargo, se puede apreciar que generaron una reacción tanto en quienes la rodeaban en ese momento como en el mundo de hoy, siempre cuestionándolo.
El Papa San Juan Pablo II ofreció una profunda reflexión sobre cada una de las palabras de María.
En la Anunciación (Lc 1,26-38), San Lucas recoge las primeras palabras de la Virgen. En ese momento, el Ángel Gabriel visita a María y le revela que concebirá a Jesús. María pregunta: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El mensajero divino, pacientemente, le explica la acción del Espíritu Santo. María responde: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». En su encíclica «Redemptoris Mater» (Madre del Redentor), San Juan Pablo II escribe que la Madre de Dios respondió con todo su «yo» humano y femenino, mostrando una cooperación perfecta con la gracia de Dios y una disponibilidad perfecta a la acción del Espíritu Santo.
En la Visitación a su prima Santa Isabel (Lc 1,39-56), movida por la caridad, María se pone al servicio de su anciana prima Isabel. Durante ese encuentro familiar, Isabel la felicita, y la Virgen alaba a Dios y proclama el Magníficat, una de las oraciones más destacadas del cristianismo. María proclama: «Proclama mi alma la grandeza del Señor; se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava». San Juan Pablo II enseñó que, con su visita a Isabel, María realiza el preludio de la misión de Jesús y se convierte en el modelo de aquellos que llevan la luz y la alegría de Cristo a todos los hombres y lugares.
En el episodio del Niño Jesús perdido y hallado en el Templo (Lc 2,41-52), cuando Jesús tenía doce años, se quedó en Jerusalén, y sus padres, al no encontrarlo en la caravana, regresaron a buscarlo. Después de tres días, lo encontraron en el Templo dialogando con los doctores de la ley. María le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando». Jesús respondió que debía atender los asuntos de su Padre. Sin embargo, la Virgen y San José no entendieron su respuesta. San Juan Pablo II explicó que Jesús tenía conciencia de que solo el Padre lo conocía plenamente, y aunque su Madre, a quien se le había revelado más profundamente el misterio de su filiación divina, vivía en la intimidad de ese misterio solo a través de la fe.
En las Bodas de Caná (Jn 2,1-11), María, como toda buena madre, estaba preocupada de que no faltara nada durante la boda. Alertó a su Hijo sobre la falta de vino y, confiando en que Jesús ayudaría, adelantó la «hora» del Señor y dio un mensaje a los sirvientes que también es para todos los creyentes: «Hagan lo que Él les diga». San Juan Pablo II señaló que en Caná, gracias a la intercesión de María y a la obediencia de los criados, Jesús dio inicio a «su hora» y que ella aparece como la que cree en Jesús, provocando la primera señal y contribuyendo a despertar la fe de los discípulos.
La Biblia no registra más palabras de María, pero las que se encuentran tienen un significado especial para cada generación. Por eso, en su visita a la Basílica de la Anunciación en Nazaret en marzo de 2000, San Juan Pablo II expresó su deseo de que la Sagrada Familia impulsara a todos los cristianos a defender la familia contra las amenazas actuales a su naturaleza, estabilidad y misión, y que protegieran la vida y promovieran el respeto a la dignidad de todo ser humano.
Fuente: aciprensa
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