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Vida Catòlica septiembre 12, 2024

La Oración de San Alfonso María de Ligorio para Invocar el Nombre de la Virgen María

Cada 12 de septiembre celebramos el santísimo y amoroso Nombre de María, una invocación que ha sido fundamental para muchos santos a lo largo de la historia. Con esto en mente, compartimos una oración recomendada por San Alfonso María de Ligorio, destacado doctor de la Iglesia y ferviente devoto de la Madre de Dios.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que “el nombre es la imagen de la persona”, mientras que la Real Academia Española define invocar como “llamar en busca de ayuda”. Por tanto, invocar el nombre de María significa pedir el socorro de la Reina del Cielo.

Características del Nombre de María

En el capítulo X de su obra Las Glorias de María, San Alfonso María de Ligorio (1696-1787) describe algunas características del Nombre de la Santísima Virgen. En primer lugar, afirma que este nombre “fue designado por el cielo y se le dio por disposición divina”.

Luego, menciona que el nombre es dulce porque algunos han sentido un sabor dulce en sus labios al pronunciarlo. Pero más allá de esta experiencia, su dulzura radica en el “consuelo, amor, alegría, confianza y fortaleza” que proporciona a quienes lo pronuncian con devoción.

San Alfonso también cita a Tomás de Kempis, autor de Imitación de Cristo, quien afirmaba que los demonios temen tanto a María que se alejan rápidamente cuando alguien menciona su Nombre.

“Y así como los ángeles rebeldes huyen de los pecadores al oír invocar el nombre de María, así –según la Señora a santa Brígida– acuden en multitud los ángeles buenos a las almas justas que la invocan con fervor”, relata San Alfonso.

Oración para Invocar a Nuestra Señora

Al concluir este capítulo, San Alfonso María de Ligorio narra cómo una joven fue liberada del demonio por el poder del Nombre de María. También propone una oración para invocar el Nombre de María, pidiendo fidelidad durante la vida y en el momento de la muerte.

¡Madre de Dios y Madre mía María! No soy digno de pronunciar tu nombre; sin embargo, tú, que deseas mi salvación, me concederás, a pesar de mi lengua impura, el poder clamar tu santo y poderoso nombre, que es auxilio en la vida y salvación en la muerte.

¡Dulce Madre, María! Haz que tu nombre sea la esencia de mi vida desde hoy en adelante. No tardes en acudir en mi ayuda cada vez que te invoque. En cada tentación y necesidad, quiero llamarte sin cesar; ¡María!

Así espero actuar durante mi vida, y especialmente en la última hora, para alabar siempre en el cielo tu nombre venerado: “¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!” ¡Qué consuelo, dulzura y confianza siento solo al nombrarte y pensar en ti!

Agradezco a nuestro Señor y Dios por otorgarnos este nombre tan dulce, amable y poderoso. Señora, no me conformo con solo pronunciar tu nombre; quiero que tu amor me recuerde a invocarte constantemente; y pueda exclamar con san Anselmo: “¡Oh nombre de la Madre de Dios, tú eres mi amor!”

Querida María y amado Jesús mío, que vuestros nombres salvadores vivan siempre en mi corazón y en el de todos. Que mi mente olvide cualquier otro nombre, para recordar siempre invocar vuestros adorados nombres.

Jesús, Redentor mío, y Madre mía María, cuando llegue el momento de abandonar esta vida, concédeme la gracia de decir: “Os amo, Jesús y María; Jesús y María, os entrego mi corazón y mi alma”.

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