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Vida Catòlica enero 18, 2025

Hoy celebramos a Santa Margarita de Hungría, quien abrazó la cruz por amor a su patria

El 18 de enero, la Iglesia Católica celebra la memoria de Santa Margarita de Hungría, una princesa real que renunció a los privilegios de la corona para abrazar una vida de profunda entrega a Dios y servicio a los demás. Su vida es un testimonio de fe, humildad y amor por su pueblo en medio de desafíos históricos y personales.

Una infancia prometida a Dios

Margarita nació el 27 de enero de 1242 en Klis, Croacia, en un momento de grandes tribulaciones para su familia. Era hija del rey Bela IV de Hungría y María Lascaris, de la nobleza bizantina. Antes de su nacimiento, sus padres hicieron un voto solemne: si Dios les concedía la victoria frente a las invasiones mongolas que asolaban Europa, consagrarían a su hija a la vida religiosa.

Desde niña, Margarita fue enviada al monasterio de Veszprém, donde recibió una formación piadosa que moldeó su carácter y despertó en ella un profundo deseo de vivir únicamente para Cristo.

Renuncia al matrimonio y elección de la vida consagrada

A pesar de su consagración, las responsabilidades políticas de su familia la llevaron a ser prometida en matrimonio a Boleslao, duque de Cracovia, y más tarde a Ottokar II, rey de Bohemia. Sin embargo, Margarita se opuso firmemente a estas uniones, argumentando que ya estaba comprometida con Cristo.

Incluso después de que su matrimonio con Ottokar II se concretara como una alianza política, Margarita mantuvo una vida de austeridad y devoción. Practicó el ayuno, la oración y las obras de caridad, siempre con la mirada fija en su propósito espiritual.

Tras la muerte de Ottokar, Margarita pudo finalmente profesar sus votos religiosos como monja dominica en el monasterio de las Clarisas en Buda (actual Budapest). Allí, su compromiso con la penitencia y el servicio se profundizó aún más.

Un faro de esperanza para su patria

La vida de Santa Margarita estuvo marcada por las turbulencias de su tiempo: las invasiones mongolas, las luchas internas por el poder y las dificultades económicas que afectaban a su pueblo. Margarita no permaneció indiferente. Utilizó su posición de privilegio para interceder en favor de los necesitados, consolar a los afligidos y fortalecer la fe de quienes la rodeaban.

A pesar de su vida austera, su influencia trascendió los muros del monasterio. Fue un puente entre las necesidades del pueblo y las decisiones de los gobernantes, guiada siempre por un espíritu de amor y justicia.

Su legado y canonización

Santa Margarita falleció el 18 de enero de 1270 en Buda, a los 28 años. Su vida corta pero intensa dejó una huella imborrable en la historia de Hungría y en la espiritualidad de la Iglesia. Fue canonizada en 1943 por el Papa Pío XII, y su memoria sigue siendo una fuente de inspiración para quienes buscan seguir a Cristo en medio de las adversidades.

Un modelo de santidad

La vida de Santa Margarita de Hungría nos recuerda el valor de la entrega total a Dios y al prójimo. Como princesa, renunció a los lujos y privilegios de su posición; como religiosa, abrazó la cruz con humildad y sacrificio; como mujer de fe, dejó un ejemplo de amor y esperanza para su nación y para la Iglesia universal.

Santa Margarita de Hungría, ruega por nosotros.
#SantaMargaritaDeHungría #FeYHumildad #SantidadEnLaAdversidad

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