Echa tus preocupaciones sobre el Señor, porque Él cuida de ti

La oración es esencial para nuestra salvación eterna. ¡Abundan las definiciones sobre la oración! San Juan Damasceno afirma: “La oración es la elevación de la mente y del corazón a Dios”. Santa Teresa de Ávila resume la oración de la siguiente manera: “Una conversación amorosa con el amigo que sé que me ama”. San Alfonso afirma con vigor: “El que reza mucho, se salvará; el que no rece, será condenado; el que ora poco, pone en peligro su salvación.” San Agustín, en su habitual estilo original, poético y místico, bromea: “Quien ora bien, vive bien; el que bien vive, bien muere; el que muere bien, todo está bien.” Una breve pero sustancial definición catequética de la oración es la siguiente: “La oración es escuchar a Dios, hablar con Dios y amar a Dios”. Finalmente, la oración es de una importancia tan enorme que puede expresarse con estas conmovedoras palabras: “Lo que es el aire para los pulmones, así es la oración para el alma”. En una palabra, si no hay oración inhalando y exhalando en nuestros pulmones espirituales, ¡simplemente nos marchitaremos y moriremos en nuestra alma!
Las anteriores son citas y declaraciones clásicas, así como definiciones sobre la naturaleza y la importancia de la oración. En este breve ensayo nos gustaría retratar y abrir una ventana a la oración en la que quizás muy pocos se han atrevido a entrar.
MODOS DE ORACIÓN. En los escritos católicos clásicos sobre la oración, existen básicamente cuatro modos de oración que generalmente surgen y se explican. Estos se pueden resumir en un acrónimo de cuatro letras: A.C.T.S. Cada una de las cuatro letras expresa un modo diferente de oración, o si se quiere, un medio diferente de comunicación. De hecho, otra forma de definir la oración es la comunicación con Dios. ¡Aquí lo tenemos!
A= ADORACIÓN: Estamos llamados a alabar, glorificar y adorar a nuestro Dios Uno y Trino.
C= CONTRICIÓN: ¡Tropezamos y caemos en pecado! Así que suplicamos perdón y misericordia por nuestras transgresiones morales, que llamamos pecados.
T= ACCIÓN DE GRACIAS: Damos gracias a Dios por todas las muchas bendiciones que Dios en Su bondad nos ha otorgado.
S= SÚPLICA: Agustín afirma que todos somos mendigos ante Dios. Todos tenemos una gran necesidad de que Dios nos ayude cuando lo invocamos.
Más allá de cualquier sombra de duda, todos los modos, modales o varios sentimientos mencionados en la oración tienen un valor incalculable. Sin embargo, siendo completamente honestos con nosotros mismos y con lo que está pasando en nuestra vida diaria con tantas luchas, deberíamos agregar otro modo o forma de oración.
San Pedro en una de sus cartas abre los portones, la puerta, la ventana y el techo a otra forma de oración que tal vez nunca hayamos utilizado. Se puede resumir en estas pocas palabras, el título de este artículo de blog: “Echa tus cargas sobre el señor, porque él cuida de ti”. Jesús lo expresó con estas palabras: “Venid a mí todos los que tenéis la vida pesada, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí; porque soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. (Mt 11, 28-30)
¿Cómo podemos interpretar estas palabras de San Pedro y del mismo Señor Jesús en relación con los modos o maneras de expresión que la oración puede jugar en nuestra vida?
TRAE TUS PROBLEMAS, PREOCUPACIONES Y CONFLICTOS AL SEÑOR. A nivel humano, si siempre descargamos nuestros problemas, preocupaciones y problemas en otra persona, en poco tiempo hará todo lo posible para evitarnos. ¡Esa es la naturaleza humana! Nos cansamos rápidamente de escuchar a la gente descargarnos sus problemas. Escuchar los problemas de los demás nos estresa, nos provoca tensión, puede provocar irritabilidad, puede agotar nuestra energía y, a veces, ¡simplemente nos aburre!
DIOS ES DIFERENTE: MODELO DE PACIENCIA Y AMOR INFINITOS. ¡Con Dios es muy diferente! El Señor nunca se cansa de nosotros. Cada vez que venimos a Él, Él no dobla la esquina y corre en la dirección opuesta. No importa cuántas veces y cuánto tiempo hablemos con el Señor, ¡Él nunca se aburre, nunca bosteza, mira Su reloj o se rasca el cuero cabelludo!
Muy por el contrario, cada vez que nos acercamos al Señor con fe, humildad, confianza, buena voluntad y deseo de ser escuchados y comprendidos, Él nos escucha, nos presta toda su atención y nos ama sinceramente. Todo el equipaje que podamos descargar y arrojar a Sus pies, Él está dispuesto a recogerlo y ayudarnos a transportarlo.
Habiendo preparado el escenario para este quizás nuevo modo o forma de oración, ¿por qué no hacer una lista de ciertas áreas de preocupación, preocupación o ansiedad que pueden ser parte integral de su descarga hacia el Señor? Tomad como base bíblica, las palabras de la Carta de San Pedro: ¡ECHAD VUESTRA AMOR EN EL SEÑOR, PORQUE ÉL CUIDA DE VOSOTROS!
- SALUD. Cuando tenía 80 años, se sabía que mi padre decía: «Llegas a cierta edad y tu cuerpo se desmorona una pieza a la vez». Muchos de nosotros podemos identificarnos con esta perogrullada después de llegar a cierta edad. No hay razón por la que no podamos hablar con el Señor sobre nuestros dolores y molestias, nuestras dolencias y enfermedades. El Señor nos escuchará con atención y nos animará a no desperdiciar nuestros dolores, sufrimientos y dolencias, sino ofrecerlos por la salvación de las almas, de nuestra familia y de las demás almas. Otra buena relacionada con la santificación del sufrimiento es la siguiente: “¡¡El sufrimiento puede hacernos mejores o amargos!!!” ¡Ojalá nos haga mejores, en lugar de amargos!
- PROBLEMAS FAMILIARES. Ninguno de nosotros puede decir honestamente que nuestra familia es perfecta y sin problemas. Este será el caso sólo cuando lleguemos a nuestro Hogar Celestial. ¿Por qué no descargar al Señor Jesús tu situación familiar? Cuéntale a Jesús acerca de una persona en tu familia que quizás te esté causando un sufrimiento, una angustia y un dolor indescriptibles. Jesús definitivamente escuchará esta oración e intervendrá, aunque quizás no en su tiempo o forma de operación. Pero Él escuchará tu oración e intervendrá. Dios no es indiferente a nuestra angustia familiar.
- PROBLEMAS ECONÓMICOS. Muchos tienen problemas económicos que son extremadamente críticos. ¡Jesús, María y San José entienden esto quizás mejor que nosotros! Jesús nació en el pobre establo de Belén. La Sagrada Familia tuvo que emprender la huida a Egipto sin ninguna promesa de seguridad económica alguna. En Su vida pública que duró unos tres años, ¡Jesús no tenía una morada fija! Él dijo de sí mismo: “Los zorros tienen madrigueras; las aves del cielo tienen nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.” (Mt. 8: 20) Echa tus preocupaciones sobre el Señor, ¡y luego confía!
- HIJO O HIJA DISTANTE DE DIOS. Uno de los mayores sufrimientos de tantos padres hoy en día es el hecho de que sus hijos adultos se han alejado tanto de Dios como de la Iglesia. A pesar de su Bautismo, Primera Comunión y posiblemente haber sido monaguillo o en el coro, muchos en la generación más joven ya no quieren tocar ni siquiera el umbral de la Iglesia. Estos son los hijos pródigos (Lc 15, 11-32), la oveja perdida, el barco perdido en el mar sin amarra ni ancla. Hable con el Señor acerca de estos seres queridos y suplique a Jesús por su regreso al redil.
- ESTRÉS EMOCIONAL Y ANSIEDAD. Nunca hemos vivido en un mundo y una sociedad tan avanzada tecnológicamente. Pero nunca hemos vivido en un mundo en el que tantos de nosotros hayamos sucumbido a la ansiedad y el estrés. Pastillas para la ansiedad, tratamiento psicológico, licencia por estrés del trabajo, vacaciones prolongadas, todo viene como resultado de la ansiedad y el estrés. Por qué no escuchar y prestar atención a las palabras de San Pedro y confiar: ¡ECHA TU AMOR EN EL SEÑOR, PORQUE ÉL CUIDA DE TI!
- METAS Y SUEÑOS NO CUMPLIDOS. Todos deberíamos tener metas y sueños en la vida. Quizás nuestras metas y sueños nunca se han hecho realidad y siguen siendo solo sueños. Cómo anhelamos que estos sueños se hagan realidad, pero no ha ocurrido nada ni siquiera cercano a la realidad. Nuestro Dios es un Dios de sorpresas, y también de milagros. Incluso la esperanza más lejana todavía puede cristalizar y materializarse con la intervención de Dios. El salmista nos asegura: “Nuestra ayuda está en el nombre del Señor que hace los cielos y la tierra” (Sal 124, 8).
- LA PÉRDIDA DE SERES QUERIDOS. Tarde o temprano la muerte tocará a la puerta de nuestra vida. Como lo expresa el poeta John Donne: “No preguntes por quién doblan las campanas; las campanas doblan por ti.” Muchos de nosotros no podemos conciliarnos con el hecho de que uno de nuestros seres queridos haya sido tomado por el fantasma de la muerte. Jesús resucitó a Lázaro de entre los muertos, y Él mismo murió y resucitó de entre los muertos. Habla con el Señor sobre la muerte de tu ser querido y luego contempla la realidad de la Resurrección. ¡Jesús en verdad es EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA!
- AMENAZA OMINOSA DEL FUTURO Y LO QUE PRESENTA. Ninguno de nosotros puede negar que el mundo está en agitación, confusión y agitación. Es demasiado fácil mirar hacia el túnel oscuro del futuro y casi caer en la desesperación. Es mucho mejor prestar atención a las palabras del Espíritu Santo: ¡ECHA TU AMOR EN EL SEÑOR, PORQUE ÉL CUIDA DE TI! Jesús reprendió a los suyos diciendo que la preocupación es inútil; ¡lo que se necesita es fe en Él y confianza!
- DUDAS Y TENTACIONES SOBRE NUESTRA FE. Otra fuente de ansiedad, tensión y sufrimiento es que muchos son asaltados por dudas sobre su fe. ¿Por qué no expresar estas dudas al Señor? Jesús vendrá a ti y te reprenderá suavemente y te alentará, como en el caso de Santo Tomás, el que duda, a renovar tu fe en su amor, providencia y cuidado constante. Que las palabras del salmista refuercen nuestro barco que se hunde: “El Señor es mi pastor; nada me faltará” (Salmo 23:1).
- NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE Y SAN JUAN DIEGO. San Juan Diego estaba afligido por un problema muy serio: la muerte cercana de su tío, Juan Bernardino. El 12 de diciembre de 1531 Juan se encuentra con Nuestra Señora en el cerro del Tepeyac y ella lo consuela en sus preocupaciones, angustias y temores. Estas fueron las palabras de consuelo de Nuestra Señora de Guadalupe para Juan y para nosotros: “No tengáis miedo; ¿No soy tu Madre? te tengo en el cierre mismo de mis brazos (mi corazón); estás en mi sombra (siempre estoy presente); en el doblado de mi mandil/tilma (en mi mismo vientre).
Fuente: catholic exchange
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