SAN NUNCIO SULPRICIO, JÓVEN OBRERO DE NÁPOLES

San Nuncio Sulprizio vivió una vida de sufrimiento y fe. Quedó huérfano a los seis años y fue obligado a trabajar en la herrería de su tío, donde comenzó a seguir y a imitar el doloroso camino de Jesús hacia la cruz. Ofrecía sus fatigas para colaborar en la redención de los pecados del mundo y ganar el paraíso. Una herida en su pie se gangrenó y su tío no tuvo ninguna compasión, ni tampoco los aldeanos, que le prohibieron usar la fuente del pueblo para curarse. Encontró una fuente de agua en Riparossa donde pasaba mucho tiempo meditando los misterios del Rosario.
Fue hospitalizado por primera vez en L’Aquila y allí se dio a conocer a todos los pacientes por su fe y obras de caridad hacia los demás enfermos. Otro tío se enteró de su precaria situación y le presentó al coronel Félix Wochinger, un alto oficial militar de Nápoles que lo tomó a su cuidado y le procuró todos los tratamientos posibles para curar su enfermedad ósea, incluso los tratamientos termales en Ischia. Permaneció mucho tiempo en el hospital de los Incurables en Nápoles, donde finalmente por primera vez recibió a Jesús Eucaristía. Por un breve tiempo mejoró, pero después de salir del hospital, se mudó a casa del Coronel donde profundizó su fe.
La vida de San Nuncio Sulprizio fue sellada por el sufrimiento. Consoló al Coronel con la certeza de la promesa de que los dos podrían abrazarse de nuevo en el cielo. Nuncio sufrió fiebres muy altas que afrontaba rezando y ofreciendo su sufrimiento por las conversiones y por la Iglesia. Murió el 5 de mayo de 1836, cuando acababa de cumplir 19 años, pero no sin antes recibir los Sacramentos. Alrededor de su cuerpo, consumado por las llagas, se difundió un intenso perfume de rosas. San Nuncio Sulprizio fue canonizado por el papa León XIII en 1891.
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