Consagración a la Virgen María

¿Qué significa consagrarnos?
Es entregarle de manera personal, libre y sólo por amor, nuestro corazón, nuestra alma, nuestro ser, todo lo que amamos, todo lo que tenemos y nuestras buenas obras pasadas, presentes y futuras a los maternales cuidados de María.
¿Por qué consagrarnos a María?
Porque es deseo divino y camino perfecto para ir a Dios.
- Primero, porque Jesús nos la entregó a los pies de su Cruz cuando dijo “Madre, he ahí a tu hijo” y a su discípulo Juan (en representación de la humanidad) dijo “He ahí a tu Madre”, y desde entonces Juan la llevó a su casa (Jn 19, 26-27).
- Porque también en 1917 la Virgen en Fátima, dijo que Dios deseaba establecer en el mundo la devoción a su Inmaculado Corazón para la salvación de las almas.
- Porque María es el camino más fácil, más corto, más perfecto y seguro de llegar al conocimiento y verdadero amor a Dios; porque nos ama, nos alimenta, nos conduce, nos defiende del acérrimo enemigo de Dios y nos protege en nuestro regreso a Dios.
¿Para qué consagrarnos?
Nos consagramos para que la Virgen María, con sus infinitas gracias, limpie nuestro corazón para recibir a su Hijo Jesucristo y nos asemeje a Él, significándose esto el “Triunfo del Inmaculado Corazón de María” que nos anunció en Fátima, Portugal en 1917.
- Para entender cómo limpia nuestros corazones para recibir a Jesús, imaginemos cuando Ella y San José limpiaron con Fe, Esperanza y Amor el portal de Belén, era una cueva fría, oscura, mal oliente, llena de paja, estiércol, orines, animales y piedras, y Ella con sus Santísimas Manos preparó la cuna más amorosa y preciosa sobre la Tierra, para recibir a Jesús, nada más y nada menos que el Hijo de Dios.
- Para comprender cómo nos asemeja de manera segura y rápida a su Hijo Jesucristo con esta consagración tan especial, podemos comparar que tratar de parecernos a Jesús sin María, es como buscar esculpir una estatua en una piedra muy dura, pero el pecado al que tendemos caer por debilidad humana es como romperle una mano a la estatua en proceso y volver a empezar a esculpir una nueva roca desde “cero”; en cambio, buscando ser como Jesucristo a través de María, el método de Grignion de Montfort es el único que haciéndolo con devoción, “funde” de manera sobrenatural nuestro corazón como si fuera un metal maleable y la Virgen María lo vacía en el molde de su Inmaculado Corazón, logrando en sólo 33 días hacer una imagen semejante a la de su Hijo Jesús.
Frutos de esta consagración
Existen muchas formas piadosas de consagrarnos a la Virgen María, pero ésta, basada en el método de 33 días del “Tratado de la Verdadera Devoción a la Virgen María” que redactó el Espíritu Santo a través de San Luis María Grignion de Montfort (según el numeral 114 en dicho Tratado), es la consagración Cristocéntrica a través de María, más perfecta y segura, según Teólogos, Papas y Santos que la han revisado y vivido, tales como San Pío X, Papa Pío XII y San Juan Pablo II; quien dio testimonio de que al leer el Tratado le disipó las dudas que algún día tuvo sobre si un excesivo culto a María podría comprometer la supremacía del culto debido a Cristo, aclarando a su corazón que no puede darse tal cosa, pues “María nos acerca a Cristo, con tal de que se viva su misterio en Cristo”, lo que lo llevó a consagrarse a María, incluso adoptando en su pontificado el lema de Montfort “Totus Tuus”, “Todo Tuyo” de María. Con esta preparación de 33 días, la Virgen nos hace avanzar en el conocimiento y amor a Dios a pasos agigantados, más que en toda nuestra vida, logrando maravillosos frutos:
- Perfecto conocimiento de sí mismo y participación de la Humildad de María
- Participación en la Fe de María.
- Madurez cristiana, ya no se actúa por temor servil, sino por amor puro.
- Confianza grandísima en Dios y María Santísima
- Comunicación de María y su Espíritu.
- Transformación en María a Imagen de Jesucristo.
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